domingo, 27 de julio de 2014

Fotografiamos la vida






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Hace unos días recibí un mensaje de un familiar donde me adjuntaba una fotografía de algún momento de sus vacaciones. Un instante aparentemente sin trascendencia alguna, uno de tantos que todos acostumbramos a ver en redes sociales, espacios de foto-aficionados, en la pantalla de la cámara de algún amigo, o, como viene siendo cada vez más habitual, en el teléfono móvil de algún colega.

Cuando esta persona hizo la captura de la foto que os digo, seguramente fotografiaba un momento más, sin ninguna intención digamos “fotográfica”. Sin embargo, la toma en sí es todo un estudio social y conceptual de la familia media disfrutando de unas vacaciones.

La cuestión invita a la reflexión. Pienso en la cantidad de fotografías que se hacen por personas sin formación fotográfica, sin conocimiento del medio ni de la técnica y sin entender nada sobre el lenguaje fotográfico, y que sin embargo pueden llegar a expresar un instante puntual como nadie pudiera haberlo concebido. Y no me estoy refiriendo a la clásica puesta de sol o ese paisaje tan “bello”, sino a ese otro tipo de fotografía que incide directamente en nuestro subconsciente, y que puede llegar a removernos por dentro con esa extraña mezcla de desasosiego y curiosidad.

La fotografía tiene ese lado tan maravillosamente inesperado.

La fotografía que hoy subo nada tiene que ver con esta historia. O quizás si, igual la mujer de la toma (un robado como algunos dirán) está en ese momento donde revisa las fotografías enviadas por algún amigo o familiar que se encuentra de vacaciones. Entonces todo parece volver al inicio, la pequeña historia cobra sentido.