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Y si los reyes no se han portado bien o no han llegado el día que se les esperaba, tan solo resta conformarse y aguardar las rebajas.
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Y si los reyes no se han portado bien o no han llegado el día que se les esperaba, tan solo resta conformarse y aguardar las rebajas.
Cotillear también durante estas fiestas, salir con la cámara y registrar una realidad, no es una verdad absoluta y tampoco lo pretendo, tal vez solo captar aquello que me llama la atención, lo que despierta mi interés, ni más ni menos, sin ninguna otra pretensión solo disfrutar de un tiempo que discurre acelerado.
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Si me descuido se me pasa la Navidad. Por mi parte queda abierta en este pequeño rincón fotográfico, aunque tengo claro que ya llego con retraso a las celebraciones cruzadas que calientan las Redes estos días. Confieso que siempre me han dado pereza estas cosas y más si cabe los festejos navideños. En fin, supongo que cada cual tiene sus pequeños pecados y debilidades.
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Sin darme cuenta nos metemos de nuevo en la Navidad, el fin de año y toda la parafernalia que rodea estas fechas. Me pregunto dónde se ha ido el tiempo. Un año que bien pensado ha dado para much, pero con el que guardo una cierta relación de amor/odio por aquello de que las horas se escapan sin saber muy bien cómo. Y me da pereza salir con la cámara y captar las típicas fotografías navideñas. Veremos cómo lo afronto este año, tendré que ir poniéndome las pilas si quiero publicar alguna que otra fotografía razonablemente navideña. Mientras tanto… ¡tic-tac-tic-tac!.
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Siento el soplo frío en el cuello mientras tecleo esta entrada, es la brisa que anuncia un nuevo invierno casi a la vuelta de pocos días, también el final del año, nos metemos en Diciembre con todas esas celebraciones amplificadas por unas ansias de consumo desmedidas. Ahora parece que solo se es feliz si compras y consumes, cuanto más mejor. Posesiones que en un principio parecen imprescindibles, tan importantes que se olvida cualquier otra premisa y que pasarán en la mayoría de los casos, a engrosar la esquina de lo superfluo mucho antes de lo que pudiera parecer. Observo como se va el tiempo en sandeces mientras camino por el asfalto de una sociedad infantilizada hasta el extremo. El destino es el mismo para todos, y entonces, ¿qué es lo importante?, ¿a qué deberíamos prestar atención?.
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Que alivio produce encontrar el camino marcado, la señal propicia que nos guía en medio de la incertidumbre y aporta ese punto imprescindible de esperanza. La señalización como salvavidas que en innumerables ocasiones juega un papel crucial en el día a día. Y nada como estar atento a la escena, y esperar, siempre esperar el mejor instante posible.
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Por las circunstancias, por afinidad, por mera casualidad, sin conocerse aparentemente, o quizás por la mirada de aquel tipo que apuntó con su cámara y realizó alguna fotografía.
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Fotografiar es no parar de buscar. Emprender un camino que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera sabemos dónde nos llevará. Y durante las diversas paradas encontramos respuestas a inquietudes, dudas, pareceres que nos hacen crecer sobre todo como personas. El toque humanista lo facilita la fotografía y nosotros solo tenemos que saber aprovecharlo.
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¿Cuantas veces recorro las calles buscando respuestas?. Igual demasiadas. Busco con frecuencia soluciones a cuestiones fotográficas que me voy planteando, ideas que intento poner en práctica, pensamientos que pueda sintetizar en una instantánea. Fotografiar en la calle también es todo esto, más allá de contraluces, contrastes y momentos quizás únicos que puedan acontecer. Ayer mismo visitaba con un buen amigo la exposición de Elliott Erwitt en Madrid, de los muchos textos y entrevistas que dejó encuentro oportuno anotar este: “…mira, observa un poco más y luego vuelve a mirar, porque esa es la base fundamental de la fotografía. Y eso es todo… simplemente buscar y hacer tus propias conexiones”. La naturalidad y la sencillez eran su marco de trabajo, el encuadre de sus fotografías. Quizás me complico demasiado la vida en lugar de disfrutar sin más de la fotografía.
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El Metro de Madrid es ese lugar donde pasan cosas. Y pasan constantemente, mientras esperas paciente o durante el trayecto. No solo el Metro de Madrid, claro, cualquier línea de metro de cualquier ciudad es una especie de laboratorio sociológico donde esmerarse y refinar la atención, prestar el máximo cuidado y respeto por la fotografía y aquello que fotografiamos. Atento, discreto, pausado y las escenas se suceden revelando la magia de los detalles que se muestran poderosos en un fluir de gestos, miradas, sonidos, circunstancias que conforman la escena. Cuando abandone definitivamente Madrid para vivir en algún lugar más tranquilo, tendré que hacer visitas regulares a esta fuente inagotable de inspiración.
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Tras el cristal se construye una escena donde nadie es consciente de su especial dinámica, pero que en su conjunto revela interés, curiosidad y la importancia de ser única. Hay vanidad, claro, publicar mi trabajo, las fotografías que voy clasificando, editando y revelando cuidadosamente son parte de ese pequeño ego, esa vanidad, pero sobre todo orgullo que supongo nos impulsa a todos y todas a la hora de mostrar nuestro trabajo. Pero creo sinceramente que por encima de todo eso existe un componente esencial de generosidad consciente, generosidad desde el punto de vista de la fotografía, al compartir historias vividas y retratadas, invitar visualmente a compartir percepciones y estimular con las propias fotografías. Cada fotografía muestra un poco de esa generosidad al reflejar un tiempo dedicado a mirar a los retratados, a tratar con respeto y cariño las escenas, las gentes y los lugares. En este juego no hay acreedores ni deudores, ni caza ni trofeos, tan solo el cuidado detalle del paso del tiempo, la admiración por las luces, las sombras y el respeto por la fotografía y aquello fotografiado.
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Escucho “Closer” de Joy Division, su segundo disco resulta tan interesante como el magnífico “Unknown Pleasures”, y según se construye su intensa arquitectura sonora me llega el recuerdo de la película “Control” (2007) basada en la biografía de Ian Curtis compositor y alma de la formación. El libro titulado “Touching From a Distance” está escrito por Deborah Curtis, viuda de Ian. El film que viene al recuerdo, realizado por el director y fotógrafo Anton Corbijn, narra la historia de Ian desde 1973 hasta su muerte. Hay tres cosas que me resultan muy interesantes de esta película: lo primero sin duda es que está rodada íntegramente en un impecable y emocional monocromo; segundo su capacidad para describir el final de los años 70 e inicios de los 80, tanto en el aspecto musical como el social y por último la propia figura de Curtis. Reconozco que tengo días que tan solo me apetece escuchar música, con alguna salida esporádica para recibir algo de sol, abandonarme un poco o aislarme, según se mire, e ir tomando algunas notas para luego pasar al diario. Se me ocurre buscar una fotografía en concreto que me sirva para fijar el recuerdo de esta película y de estos momentos. La capacidad evocadora de la fotografía, también del cine y de la música, claro, no tienen límites. La imaginación no debería tenerlos.
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En ocasiones siento el vacío, una sensación que me confunde y me sugiere que las fotografías que hago no son las que me gustaría estar haciendo. Inconformidad, insatisfacción, inseguridad…, seguramente una combinación de todo esto. Perseverar es la manera de reconciliarme con esas sensaciones y en lugar de oponerme frontalmente, procuro comprenderlas, me adapto y convivo con ellas buscando lo mejor de todo entre tantas fotografías. Y encuentro mi particular refugio en la sencillez de una composición básica de forma y color, en las texturas evidentes, en la evocación de los recuerdos más profundos. Simplificar para centrarme en lo importante. Y continuar.
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En medio del ruido constante que distorsiona la realidad encuentro paz y tranquilidad en contados lugares, muchos de ellos son simples estados mentales, momentos o situaciones que me permiten reflexionar. Escribo en este diario como una forma de terapia a través de la cual soy capaz de reconciliarme conmigo mismo, me autocritico y disecciono para poder avanzar. Escribir no es algo que me apasione, ni siquiera se me da bien, tan solo junto palabras que entre todas den sentido a lo que quiero contar, evito (casi siempre) las faltas de ortografía y erratas, las redundancias y poco más. Por descontado prefiero la fotografía, pero encuentro en el texto que publico con cada toma, la forma de conocerme y comprender mejor la fotografía que hago. Es mi lugar particular de aislamiento, mi soledad encontrada y es la manera de airear mis pensamientos. Y me veo a mí mismo en ese lugar solitario, casi perfecto, enfrascado en pensamientos, ideas y proyectos relacionados de una u otra manera con la fotografía; el presente y el futuro plasmados en un rollo de película esperando ser revelado. Y resulta apasionante.
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Me estaba preguntando sobre nosotros los fotógrafos y fotógrafas aficionados y las fotografías con las que inundamos las Redes con más o menos acierto, con más o menos insistencia. Quizás por toda esa fotografía que se hace y se posiciona entre la mera instantánea de recuerdo y la fotografía periodística o de autor (la profesional). Un gran espacio que con resultados desiguales vamos rellenando entre todas y todos. Fotografiamos lo que vemos siguiendo tendencias, fotografiamos quizás influenciados más por los códigos culturales de nuestra época, por las modas, que por lo que deberíamos sentir como autores. ¿Buscamos nuestras verdades personales o espirituales (cada cual las suyas propias) a través de la fotografía?, aunque esto último suene, sin querer, un tanto pretencioso. Como decía, me vengo haciendo ciertas preguntas sin encontrar respuestas y sé que esas respuestas están ahí mismo, al otro lado del visor de la cámara.
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Casi paso de largo. Me llamó la atención por aquello de como juega la mente con los recuerdos cruzados de mil cosas a la vez. La oscuridad, la cantidad de mercancía disponible para aliviar la necesidad de casi cualquier posible comprador y la posición del vendedor. Todo listo para fotografiar, como un modelo en un set de rodaje o en un plató fotográfico.
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Hace unos días Joaquín de Lo Veo en Fotos publicó en su muro de Facebook una fotografía de Richard Kalvar donde aparecía un Papá Noel en el metro de Nueva York realizada sobre los años 70 del siglo pasado. Al verla me vino a la memoria una que yo hice no hace tanto. El caso es que me ha dado que pensar sobre como nos influyen las fotografías de los grandes fotógrafos, de los clásicos, de los más conocidos y los que no lo son tanto (esta que publicó Joaquín creo que no la había visto antes, pero aún así…) hasta el punto que quizás de manera inconsciente tendemos a reproducir aquello que vemos, a nuestro modo claro, pero esa cultura fotográfica (también gráfica y cinematográfica) que más o menos todos tenemos en cierta forma determinan también nuestra manera de afrontar la fotografía.
La fotografía que ilustra el Post de hoy la hice en 2013 durante un viaje a Nueva York, sin lugar a dudas la ciudad donde más cómodo me he sentido fotografiando en la calle. El caso es que el metro de la ciudad es el lugar perfecto para encontrarse casi de todo y a casi cualquiera, por descontado no podía faltar un personaje navideño tan significativo en la cultura estadounidense. Lo peculiar de la situación es que la toma la hice en el mes de agosto, durante un trayecto en la línea 3 del metro la más cercana al apartamento donde estuvimos alojados y que recorre Manhattan desde la calle 148 en Harlem hasta llegar a Brooklyn. Han pasado los años, pero la fotografía permanece y refresca rápidamente los recuerdos.