Quererse no tiene horarios

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Desconozco el motivo, pero esta fotografía que publico hoy me ha traído a la memoria una reciente conversación con unos amigos sobre cine, concretamente sobre una película: “El apartamento”, de Billy Wilder. En ella, Jack Lemmon y Shirley MacLaine, en unas interpretaciones magistrales, convierten el cine en magia. Siempre la he considerado una de esas películas “refugio” que funcionan siempre y que, cada vez que la veo, me permiten descubrir nuevos detalles maravillosos. Tan alejada de las producciones actuales, de este cine de usar y tirar y de un mundo en general superfluo y carente de sentido. El caso es que la fotografía me recuerda a la película, y resulta curioso que ni siquiera sea una fotografía en blanco y negro.

En lo profundo de una noche

 

 

Supongo que a casi todos, un largo pasillo de un hotel cualquiera a poco que disfrutemos de cierta cultura cinematográfica, nos traerá de inmediato el recuerdo del hotel Overlook y de un enloquecido Jack Torrance arrastrando un hacha por sus pasillos. La magia del cine, el imaginario colectivo y la noche de difuntos, todo es uno.

 

Los pájaros

 

 

La fotografía es una herramienta capaz de expresar, narrar o evocar circunstancias, acontecimientos, recuerdos… ya solo con este argumento dan ganas de salir cámara en mano y bocetar la ciudad a nuestra manera. La cámara como bloc de notas visual, objeto capaz de retener el tiempo y marcar ese instante como algo que fue, un índice que expresa lo sucedido pero que queda abierto a interrogantes, interpretaciones y valoraciones que la fotografía nunca concreta. Un pie de foto o un título pueden aclarar o distorsionar aún más la percepción. O tan solo sugerir una sonrisa cómplice.

 

Un hombre lobo americano en Londres

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El recuerdo de una película que aún hoy me hace disfrutar del cine.