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Después de tanta urbe el cuerpo me pide respirar aire de montaña. Y aprovecho el otoño para disfrutar del aire fresco, los colores saturados y la humedad en el ambiente.
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Después de tanta urbe el cuerpo me pide respirar aire de montaña. Y aprovecho el otoño para disfrutar del aire fresco, los colores saturados y la humedad en el ambiente.
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Tomar una foto es algo que hacemos todos los días, pero para mí y supongo que también para vosotr@s, es una oportunidad para jugar con luces y sombras, explorar líneas y ángulos, y experimentar con diagonales y contrastes. La diversión está en cualquier lugar y en cualquier momento. La fotografía nos ofrece todo eso; solo necesitamos capturar el instante.
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Hay lugares que invitan a ser fotografiados sin más, no requieren preparación, ni complejos medios en largas sesiones. Son lugares por los que paso y algo se “remueve dentro” de mi con la suficiente fuerza como para invitar a la fotografía, ese acto del subconsciente que de alguna manera se manifiesta con la intención de que nos conozcamos nosotros mismos un poco más.
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En ocasiones dejo transcurrir mucho tiempo antes de trabajar sobre una fotografía, y al revisar la carpeta en cuestión algo se me enciende en algún lugar profundo de mi imaginario. Todo fluye: recuerdos, vivencias, emociones y también todo ese aprendizaje cultural en forma de películas, pintura, literatura, música,… todo viaja conmigo y todo está presente al realizar cualquier fotografía. Ansel Adams venía a decir algo así como: “Un fotógrafo no hace una foto solo con su cámara, también con los libros que ha leído, las películas que ha visto, los viajes que ha hecho, la música que ha escuchado y las personas que ha amado”. Pues eso.
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Al distanciarme de la parafernalia y el barroquismo en la fotografía, quizás esté encontrando un lenguaje con el que me siento identificado. En realidad, el pictorialismo fotográfico nunca me ha interesado, y mucho menos desde la llegada de lo digital a este ámbito, donde la edición desmesurada llegó a convertirse en una seria amenaza para una fotografía más natural. Y de la inteligencia artificial como base para la creación artística, mejor ni hablar; ahí reconozco mi completo desfase, me siento desconectado de unas tecnologías que cada vez tienen menos que ver con el ser humano. Tal vez me estoy haciendo mayor.
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Girar la cabeza buscando ese otro punto de vista que pudiera ser interesante como para merecer una fotografía. Me gusta pensar que soy exigente con lo que miro y fotografío, me interesan verdaderamente pocas cosas, debe de “haber un algo” que impulse la necesidad de fotografiar. Hacemos demasiadas fotografías, Joan Fontcuberta dice algo así como que en realidad hay demasiadas fotografías realizadas de todo, demasiadas publicadas en las Redes y que en realidad no hace falta fotografiar mucho más. Superpoblación también de fotografías, curiosamente el ser humano lo inundamos todo.
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Siento el soplo frío en el cuello mientras tecleo esta entrada, es la brisa que anuncia un nuevo invierno casi a la vuelta de pocos días, también el final del año, nos metemos en Diciembre con todas esas celebraciones amplificadas por unas ansias de consumo desmedidas. Ahora parece que solo se es feliz si compras y consumes, cuanto más mejor. Posesiones que en un principio parecen imprescindibles, tan importantes que se olvida cualquier otra premisa y que pasarán en la mayoría de los casos, a engrosar la esquina de lo superfluo mucho antes de lo que pudiera parecer. Observo como se va el tiempo en sandeces mientras camino por el asfalto de una sociedad infantilizada hasta el extremo. El destino es el mismo para todos, y entonces, ¿qué es lo importante?, ¿a qué deberíamos prestar atención?.
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Cada vez entiendo menos este mundo, este tiempo que nos tocó en suerte. Cada vez entiendo menos a la especie humana, a mis vecinos, a la gente con la que me cruzo a diario … Quizás esté cada vez más aislado, con cierto grado de misantropía. Me aterra asomarme a los periódicos o ver noticias en la televisión (nunca he sido de radio más allá de la radio musical). Y sin embargo el mundo gira o eso parece, al margen de mis temores, de mis preocupaciones y de mis miedos. Un futuro inseguro quizás. Asistimos a la mejor era de la humanidad en cuanto a los avances técnicos, los avances en medicina, los descubrimientos científicos, incluso a las relaciones sociales y sin embargo todo parece estar en un equilibrio cada vez más precario. Quizás la maleza me impida ver con claridad el camino despejado.
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Las paredes hablan, a poco que nos paremos a interpretar su lenguaje visual seremos capaces de entender parte de su historia. Cuentan cosas de su pasado y de su presente, de las desdichas de las que fueron testigos, también de los momentos de esperanza y alegrías. Y por supuesto de su origen, del lugar en que se encuentran. El fotógrafo trae una instantánea sin necesidad de ubicación, tan solo una fecha y unas palabras que permitirán refrescar el recuerdo.
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Y regreso con los azules aún congelados en las retinas. Regreso después de caminar 172 km y salvar un desnivel positivo de 5400 m. Regreso recordando esos maravillosos caminos de Ronda y GR92 entre Blanes y El Port de la Selva. Regreso de una Costa Brava otoñal, algo diferente, abrupta y amigable pero que no perdona desfallecimiento alguno, siempre dispuesta a ofrecer lo mejor de su naturaleza. Una naturaleza en exceso transformada para acomodo del ser humano el cual no entiende que hace demasiado tiempo que perdió toda conexión con lo que un día fue. Regreso pensando en volver a caminar para encontrar un sueño, quizás una utopía.
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Versión en B&N aquí.
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"Después, y en casi todas partes, la iluminación clara y sutil que dotaba de magnificencia a la vida y de paz a la muerte fue arrollada por el terrible resplandor de la tecnología. Sin embargo, esa luz está siempre presente, como las estrellas al medio día. El ser humano debe percibirla para trascender su miedo a la carencia de sentido, porque ninguna dosis de “progreso” puede ocupar su sitio. Nos hemos pasado de listos, como monos avariciosos, y ahora estamos llenos de espanto".
Peter Mattheiessen
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Me muevo entre la naturaleza y la vida urbana, entre la sensibilidad y la impronta de lo inmediato, entre la tranquila abstracción y el caos de la ciudad. Esto funciona por momentos, por etapas que necesito quemar para pasar a otro nivel, no tanto como concepto fotográfico sino más bien como necesidad vital. Incluso escribo estas frases para mí mismo aunque luego queden fijadas en la Red. Las murallas están para asaltarlas.
Versión en B&N aquí.
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Se retuerce mientras brota de la arena del mar, rocas fuertes producto volcánico milenario procedente de la inmensidad de las profundidades. Sus arrugas hablan de toda su experiencia y de una infinita vida de algún modo vivida, y me quedo inmóvil, tan solo respirando al compás de la marea disfrutando de su belleza.
Versión en B&N aquí.
(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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Me gusta pensar en las sombras como protagonistas de la fotografía, sin ellas el volumen y la sensación de profundidad prácticamente no existirían, tampoco nosotros los fotógrafos ávidos de emociones entre contrastes más o menos fuertes. Las sombras alargadas parece que nos guiarán a otro lugar, quizás un lugar apartado, un rincón donde disfrutaremos de la fotografía en estado puro y olvidaremos por unos instantes un mundo que rueda a una velocidad endemoniada y donde aparentemente pocas cosas funcionan como deberían. Quizás tendría que aprovechar esta entrada en el diario para hablar del desastroso (y anunciado) cierre de EFTI, la penúltima escuela de fotografía que se marchita y que tanto dice del panorama fotográfico actual. O quizás de la visita de Milei, mandatario argentino capaz de fulminar cualquier atisbo de razón, entendimiento y justicia social. Pero toda esta realidad se me hace tan cuesta arriba que prefiero perderme entre esas sombras alargadas y la fotografía.
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El Metro de Madrid es ese lugar donde pasan cosas. Y pasan constantemente, mientras esperas paciente o durante el trayecto. No solo el Metro de Madrid, claro, cualquier línea de metro de cualquier ciudad es una especie de laboratorio sociológico donde esmerarse y refinar la atención, prestar el máximo cuidado y respeto por la fotografía y aquello que fotografiamos. Atento, discreto, pausado y las escenas se suceden revelando la magia de los detalles que se muestran poderosos en un fluir de gestos, miradas, sonidos, circunstancias que conforman la escena. Cuando abandone definitivamente Madrid para vivir en algún lugar más tranquilo, tendré que hacer visitas regulares a esta fuente inagotable de inspiración.
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En medio del ruido constante que distorsiona la realidad encuentro paz y tranquilidad en contados lugares, muchos de ellos son simples estados mentales, momentos o situaciones que me permiten reflexionar. Escribo en este diario como una forma de terapia a través de la cual soy capaz de reconciliarme conmigo mismo, me autocritico y disecciono para poder avanzar. Escribir no es algo que me apasione, ni siquiera se me da bien, tan solo junto palabras que entre todas den sentido a lo que quiero contar, evito (casi siempre) las faltas de ortografía y erratas, las redundancias y poco más. Por descontado prefiero la fotografía, pero encuentro en el texto que publico con cada toma, la forma de conocerme y comprender mejor la fotografía que hago. Es mi lugar particular de aislamiento, mi soledad encontrada y es la manera de airear mis pensamientos. Y me veo a mí mismo en ese lugar solitario, casi perfecto, enfrascado en pensamientos, ideas y proyectos relacionados de una u otra manera con la fotografía; el presente y el futuro plasmados en un rollo de película esperando ser revelado. Y resulta apasionante.
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Claro, todavía queda (bastante) invierno, pero una vez que enero está a punto de acabar y que esa luz tan especial prolonga el día y alarga las sombras, siento que el invierno acaba. Seguro que aún hay tiempo de fotografiar escenas frías pero necesito encontrar nuevas motivaciones. Busco un tema musical que me acompañe mientras tecleo frente al ordenador sin perder de vista la fotografía que voy a publicar. Encuentro “If” de Pink Floyd y me parece perfecto para cerrar esta serie de instantáneas con una última toma de profundo invierno. Es reciente, apenas un mes, en uno de esos pueblos donde casi no pasa nada, incluso la nevada apenas perturba el transcurrir del día y el tiempo se mide con relojes especiales, de esos donde las manecillas caminan lentas por la esfera.
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Me interesó el grupo que habían formado, ¡músicos callejeros! fue mi primera impresión. Luego me di cuenta de que aún se estilaba eso del “Ejército de Salvación”. Instrumentistas uniformados que tocaban al compás melodías que traían recuerdos de películas clásicas. Por la calle deambulaba la gente, también los turistas, aunque no tantos detenían su caminar para contemplar la escena. La curiosidad del fotógrafo, lo extraño de la situación, el contraste de tonos,… suficientes elementos que justifican dedicar el tiempo necesario a unas cuantas instantáneas fotográficas.