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“Sobreexposición y subexposición son pasos para corregir los errores de Dios al establecer las relaciones entre los tonos”
"La fotografía de paisajes es la prueba suprema del fotógrafo y, a menudo, la decepción suprema".
Ansel Adams
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“Sobreexposición y subexposición son pasos para corregir los errores de Dios al establecer las relaciones entre los tonos”
"La fotografía de paisajes es la prueba suprema del fotógrafo y, a menudo, la decepción suprema".
Ansel Adams
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Hans Hofmann decía que “en la naturaleza, la luz crea el color; en la imagen, el color crea la luz”. Me hace pensar si la fotografía de naturaleza y paisaje necesita el color para expresarse bien. Esta pregunta me viene a la mente cada vez que trabajo en blanco y negro con fotos de naturaleza. Quizás el color es la mejor forma de capturar un momento especial, mientras que el blanco y negro es solo una interpretación, una forma de darle un giro a la historia que queremos contar. No creo que el color sea la “verdad” absoluta en fotografía, ni que el blanco y negro sea la “esencia artística” por sí solo, aunque a veces se piensa así. Lo cierto es que entre uno y otro postulado hay un montón de gamas de color y un montón de grises.
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Reviso la fotografía que publico y la recuerdo como una de esas escenas que cuando las miras ya estás viendo el resultado (aproximado y subjetivo, claro) en monocromo. ¿Qué tendrá el blanco y negro que es tan poderoso, tan esencial, tan sugerente. Y en la mayoría de las ocasiones, para defender el blanco y negro frente al color, solo puedo aferrarme a su componente emocional, evidentemente personal, y quizás repleto de todo lo vivido, lo leído y lo visto. Las influencias están ahí siempre y por encima de casi cualquier otra razón; y he bebido tanto de esas fuentes clásicas, de l@s fotógraf@s de los años 40, 50 y 60, aquell@s que tod@s conocemos y volvemos sobre ell@s en innumerables ocasiones, que el monocromo siempre lo asocio a un tipo de fotografía que me importa.
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Revisando las fotografías de este Otoño en Pirineos descubro que asumo una parte emocional a la hora de fotografiar en la naturaleza, quizás no se manifieste de manera tan evidente en otro tipo de fotografías que realizo, aunque igual sí, no lo tengo del todo claro. También puede ser que me condicionen ciertos lugares, incluso la luz, el ambiente, la humedad y el frío pueden alterar una percepción más neutral, si es que se puede ser neutral delante de según que temas y escenas. ¿Y acaso tengo que ser neutral?. Se que es un poco galimatías estos pensamientos que intento ordenar mientras escribo, quizás solo sea el reflejo de lo que me sugieren las fotografías tomadas una vez que las reviso. Son dudas, muchas dudas, certezas pocas, tan solo el disfrute al volver sobre un lugar emocional, entendido como un espacio físico o mental que genera sentimientos de seguridad y calma.
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Como aficionado (aunque el término francés amateur me gusta más) en esto de la fotografía suelo tocar distintos motivos. Por descontado que todo aquello relacionado con la ciudad es donde más seguro y cómodo me encuentro, supongo que haber vivido toda la vida en una ciudad grande condiciona mucho. La naturaleza, la montaña, los bosques son lugares en los que disfruto caminando y también fotografiando. Lo que no tengo claro es si fotografío la naturaleza igual que fotografío la ciudad, es decir, si me condiciona mi manera de afrontar la calle a la hora de mirar un bosque, un río o un monte. Supongo que la mirada, la búsqueda de unas respuestas (o la insistencia en las interrogantes) allí donde nos adentramos a fotografiar, es lo que en última instancia condiciona la fotografía que hacemos.
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Poderosas formas, aferrada a la vida entre rocas y troncos de árbol, vegetación de un verde intenso que desafía al sensor de la cámara digital. Capto el detalle, nada más.
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Encontrar un claro en el bosque a primera hora de la mañana, cuando el sol calienta la escarcha y a los animales del cercado, es una experiencia realmente bella. Puede parecer un placer pequeño, pero está lleno de sensaciones. Todo parece vibrar con vida, y tu mente se llena de ideas, incluyendo posibles fotografías. Solo hay que elegir la que más te guste y vivir el momento. Es increíble lo mucho que podemos disfrutar con tan poco.
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“Hoy me siento orgulloso al decir que soy inhumano que no pertenezco a los hombres ni a los gobiernos, que no tengo nada que ver con credos ni principios. No tengo nada que ver con la maquinaria crujiente de la humanidad: ¡pertenezco a la tierra!”.
Henry Miller
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«La fotografía como expresión creativa -o lo que se quiera- debe ser algo más que ver. Ver solo significa registrar hechos. La fotografía no es en absoluto ver en el sentido en que ven los ojos. Nuestra visión es binocular, está en un estado continuo de flujo, mientras que la cámara solo capta una única condición aislada del momento.»
Edward Weston, 1 de febrero de 1932
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Se abre entre montañas envueltas en nubes. Brilla con su propia luz gracias a los colores del otoño. Se ve majestuoso, orgulloso de todo lo que guarda: su historia, su gente, la vida que se respira en cada detalle de una foto que apenas le hace justicia.
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Pero el color no lo es todo en otoño. La profundidad emocional y sutil del monocromo puede transmitir tanto o más que una variada paleta de ocres y verdes, la abstracción y el distanciamiento que procura invitan a fantasear, imaginando todo aquello que no se muestra de manera clara.
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Allí dentro ocurren cosas mágicas. La percepción se dispara y nos invita a fantasear buscando lo extraordinario y ofreciendo la posibilidad de interpretar la realidad, de por sí percibida escasamente, de manera consciente. Me pierdo y me inunda una sensación de plenitud y bienestar. Nada más deseado, nada más íntimo; alguien, uno más, dentro del bosque sintiéndome parte de él, parte irrelevante y prescindible, pero con el privilegio de respirar y caminar.
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Después de tanta urbe el cuerpo me pide respirar aire de montaña. Y aprovecho el otoño para disfrutar del aire fresco, los colores saturados y la humedad en el ambiente.