__
Después de tanta urbe el cuerpo me pide respirar aire de montaña. Y aprovecho el otoño para disfrutar del aire fresco, los colores saturados y la humedad en el ambiente.
__
Después de tanta urbe el cuerpo me pide respirar aire de montaña. Y aprovecho el otoño para disfrutar del aire fresco, los colores saturados y la humedad en el ambiente.
__
Me asomo a la pantalla del ordenador donde parpadea una página en blanco del procesador de textos, miro el teclado y pienso que no tomo demasiadas fotografías, que escribir sobre los días en base a una imagen es una tarea ardua. Sucede que necesito encontrar imágenes que me inviten a enfocar y apretar el obturador. Necesito encontrar escenas corrientes pero que a la vez me interroguen sobre nosotros y nuestro tiempo. El otoño es una estación clásica en la fotografía, un tema de primer orden para cualquier fotógrafo que se precie. Me pregunto si es posible otro otoño fotográfico donde los motivos clásicos, los colores esperados, lo esencial de la estación se combine con lo inesperado, con aquello que marca un tiempo determinado, un tiempo quizás humano.
__
La fuerza desatada de la naturaleza en forma de viento, capaz de retorcer los árboles a su paso, también las sombras más sutiles y resilientes ellas, apegadas a su yo inseparable incluso en las condiciones más duras. Qué será de las sombras cuando su yo presente haya caído, ¿donde van las sombras cuando su razón de ser desaparece?.
__
Si tengo que escapar a alguna parte siempre es la montaña. Aquí cerca de Madrid disfrutamos de nuestra querida sierra de Guadarrama, tan cerca de la ciudad que en ocasiones se vuelve en su contra. Recurro a ella habitualmente para caminar, ascender alguna cumbre o simplemente disfrutar del otoño. Y respirar.
__
Cada vez entiendo menos este mundo, este tiempo que nos tocó en suerte. Cada vez entiendo menos a la especie humana, a mis vecinos, a la gente con la que me cruzo a diario … Quizás esté cada vez más aislado, con cierto grado de misantropía. Me aterra asomarme a los periódicos o ver noticias en la televisión (nunca he sido de radio más allá de la radio musical). Y sin embargo el mundo gira o eso parece, al margen de mis temores, de mis preocupaciones y de mis miedos. Un futuro inseguro quizás. Asistimos a la mejor era de la humanidad en cuanto a los avances técnicos, los avances en medicina, los descubrimientos científicos, incluso a las relaciones sociales y sin embargo todo parece estar en un equilibrio cada vez más precario. Quizás la maleza me impida ver con claridad el camino despejado.
__
Las paredes hablan, a poco que nos paremos a interpretar su lenguaje visual seremos capaces de entender parte de su historia. Cuentan cosas de su pasado y de su presente, de las desdichas de las que fueron testigos, también de los momentos de esperanza y alegrías. Y por supuesto de su origen, del lugar en que se encuentran. El fotógrafo trae una instantánea sin necesidad de ubicación, tan solo una fecha y unas palabras que permitirán refrescar el recuerdo.
__
“Aprende a escuchar el silencio, porque es lo único que no te mentirá.”.
El viejo y el mar. Ernest Hemingway
__
Cada vez busco más la simplificación, el resumen de lo excesivo, la sencillez de lo esencial. Se que vivimos tiempos oscuros, quizás habíamos olvidado que el mundo, el futuro y la humanidad son así, en realidad todo es en esencia como viene siendo desde mucho tiempo atrás si nos olvidamos por un instante de las promesas insistentes de un mundo feliz. Tan sólo cambian las formas, las maneras, los detalles. Y busco la simplificación de una vida que nos proponen compleja, complejidad que cada vez me interesa menos. Sé que me estoy saliendo del círculo, voy reduciendo mi velocidad de giro y poco a poco me voy quedando fuera. Consciente o no, como pura supervivencia, busco la simplificación.
__
Y regreso con los azules aún congelados en las retinas. Regreso después de caminar 172 km y salvar un desnivel positivo de 5400 m. Regreso recordando esos maravillosos caminos de Ronda y GR92 entre Blanes y El Port de la Selva. Regreso de una Costa Brava otoñal, algo diferente, abrupta y amigable pero que no perdona desfallecimiento alguno, siempre dispuesta a ofrecer lo mejor de su naturaleza. Una naturaleza en exceso transformada para acomodo del ser humano el cual no entiende que hace demasiado tiempo que perdió toda conexión con lo que un día fue. Regreso pensando en volver a caminar para encontrar un sueño, quizás una utopía.
__
«Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.»
H. D. Thoreau
__
Comenzar un nuevo mes a la vez que comienza un nuevo año es una tarea titánica, una losa psicológica que me cuesta levantar. Me gusta imaginarme sin cargas, liviano como pétalos, casi flotando y evitar las angustias y el estrés. Manías que achaco al periodo post navideño, fiestas que de por sí me resultan cargantes, por eso intento centrarme en la fotografía y busco en mi archivo esa imagen que narre visualmente lo que me ronda por la cabeza: la idea de la concienciación como una profunda percepción del entorno. Concienciación como forma de observar la realidad sin juzgarla, liberándome de ideas preconcebidas, turbias y distorsionantes. Y busco la imagen que mejor represente ese estado emocional. Bienvenid@s a un nuevo año.
__
Un detalle que rompe la armonía de un paisaje con fondo de mar, simple y directo como alguien que camina fotografiado al azar. Tan solo situarme y esperar paciente a que cruce por delante del visor de la cámara la persona idónea. Ser “pescador” en un pueblo con mar se me antoja como la decisión más lógica y equilibrada. Fotografiar despacio, sin urgencias innecesarias es una terapia precisa para tomar consciencia del entorno, del encuadre, de las luces y de las sombras. Aseguraba Elliott Erwitt: “toda la técnica del mundo no compensa la incapacidad de percibir”.
__
En ocasiones la mejor propuesta es fijar la mirada en un azul infinito y alejarme del día a día. Huir de las mezquindades, incluidas las supuestas bondades de lo habitual, de los desasosiegos y esperanzas, también de las obligaciones autoimpuestas esas que socialmente están bien vistas, des sus defensores, de lo tóxico, confuso y maquiavélico que se esconde retorcidamente entre los pliegues de la vida. Mirar al infinito y ver el mar lejos.
No me doy cuenta y los días pasan inexorables. Me encuentro casi en una nube, sin entender como el tiempo devora este fotodiario acabando con los días incluso antes de haber podido marcar los hechos más destacados. Hace muy poco aún sentía el calor en la piel desnuda y el asfalto se recalentaba ya a media mañana. Ahora ya no hago más que oír hablar de la navidad, los días tontos del inicio de diciembre, la alegría obligada como mandan los cánones una y otra vez. Sin embargo aún recuerdo con claridad las sombras alargadas de la media tarde.
Se escapa el tiempo, se desliza impasible pero urgente de entre los dedos. Pasan los días y casi pasa el otoño, bueno tampoco es para tanto, quizás ahora en estas fechas es cuando más se nota su aire húmedo, las temperaturas frescas especialmente por la mañana y los colores de la naturaleza. También en las ciudades, aunque prefiero una naturaleza de verdad en lugar de la burbuja climática que supone una gran ciudad. Me alegra retomar la agenda, las notas guardadas en forma de apuntes fotográficos y este espacio que es el vuestro.
En ocasiones caigo en lo que suelo llamar “obviedad fotográfica”, que entiendo como una especie de afirmación de lo bello. En realidad fotografiar una escena bella es una redundancia en sí misma, no aporta significativamente nada. Stephen Shore dijo en una ocasión: “algunos fotógrafos salen y quieren hacer bellas fotografías. Creo que es como poner el carro delante del caballo. Las buenas fotografías son el subproducto de alguna otra exploración, o alguna otra intención”. Y coincido por completo. Disculpad la contradicción.