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«Nunca imaginé que todos los países del mundo iban a observar en televisión una matanza como la de Palestina, día tras día durante casi dos años, sin hacer nada».
Kenizé Mourad
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«Nunca imaginé que todos los países del mundo iban a observar en televisión una matanza como la de Palestina, día tras día durante casi dos años, sin hacer nada».
Kenizé Mourad
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El tiempo se está poniendo más llevadero, y mientras escucho una de esas bandas que no te atreves a admitir que te gustan, sí, lo reconozco, de vez en cuando me pongo a Supertramp, un placer culpable que me cuesta reconocer; decía que mientras escucho algunos temas del recuerdo, observo hoy como al termómetro le cuesta superar los 30 grados. ¡Ya puedo salir y respirar aire fresco! Bueno, casi. Porque el ambiente político sigue siendo tan denso como la atmósfera enrarecida por el humo de los innumerables incendios; denso por la desidia y la permanente confrontación; podrido por la constante negación de las evidencias más dramáticas, del horror de las guerras/exterminios, de los males, son tantos, que asfixian a la humanidad… y sin embargo resistimos, ¿o no?
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Instantánea fotográfica, blanco y negro, detalles sin importancia, aquellos que a menudo pasamos por alto en innumerables ocasiones. En su simplicidad, quizás invite a la reflexión sobre la esencia de lo cotidiano y la belleza oculta en lo insignificante. Estos elementos, aparentemente triviales, pueden despertar emociones, incluso sentimientos, quizás duda, tal vez introspección; ¿podrían, acaso, llegar a cuestionar las intenciones y deseos del fotógrafo?.
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Debo confesar que en ocasiones me asalta la duda y me pregunto cosas similares a la leyenda de la fotografía. Pero querido Fotodiario, cuando ciertos temores y traviesos fantasmas vienen a visitarme, pienso: ¿pero quién soy yo para desear un mal tan inabarcable?. Pues eso.
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La composición con formas o planos de color ofrece una experiencia visual sumamente gratificante. Si bien no se trata de una técnica novedosa, las abstracciones basadas en planos de color han sido y continúan siendo un recurso habitual en la pintura. En el ámbito de la fotografía también encontramos referentes destacados, como la obra de Saul Leiter, quien supo trasladar su universo pictórico a su característico estilo de retratar la ciudad. Personalmente me siento atraído por la búsqueda de composiciones cromáticas, disfrutando de la visualización de las posibilidades que se presentan al encontrar elementos de interés. La fotografía, en definitiva, posee una riqueza y versatilidad que la hacen infinitamente explorable.
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Las paredes hablan, a poco que nos paremos a interpretar su lenguaje visual seremos capaces de entender parte de su historia. Cuentan cosas de su pasado y de su presente, de las desdichas de las que fueron testigos, también de los momentos de esperanza y alegrías. Y por supuesto de su origen, del lugar en que se encuentran. El fotógrafo trae una instantánea sin necesidad de ubicación, tan solo una fecha y unas palabras que permitirán refrescar el recuerdo.
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Un sencillo juego de formas, texturas y colores mediante una composición básica. Un simple muro puede ofrecer multitud de lecturas.
P.D. Estaré unos días alejado de pantallas y teclados, no podré actualizar los comentarios del Fotodiario hasta mi regreso.
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¿Si somos capaces de analizar la historia, podremos liberarnos del pasado en ese futuro no tan lejano?. ¿Acaso solo fueron una sucesión de acontecimientos casuales los que crearon el mundo injusto que hoy conocemos?. ¿Buscamos las pistas necesarias que aclaren nuestro futuro?. Hoy solo soy capaz de anotar dudas, preguntas donde las respuestas necesiten largos debates, el tiempo pasa y las horas se suceden marcando los muros, hiriendo las paredes.
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Los muros hablan. Lo sé por alguno de sus grafitis que decoran con ingenio y habilidad las paredes olvidadas, por la gráfica que tiñe de colores esquinas y superficies de calles más o menos concurridas, y nos hablan también a través de las propias señales del paso del tiempo, del descuido que pueden llegar a padecer, del olvido y de sus heridas abiertas sin compasión, sin consideración alguna. Hablan de su tiempo pasado y presente. Hablan de nuestra vida futura porque sus heridas dicen mucho de nosotros.
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Hay fotografías que más allá de su técnica, oportunidad o relevancia expresan claramente ideas, siempre abiertas, siempre a la espera de que el lector de la fotografía imagine, complete o argumente su propio punto de vista. Las fotografías que invitan a la reflexión son las que más me interesan, de alguna manera hablan de nuestro tiempo, también de mis manías, miedos y preocupaciones. La fotografía como terapia, como acto de generosidad, que argumentaba hace algunos días, como manera de comprender una época y quizás mostrarla, al menos un atisbo de algo parecido a la realidad.
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En ocasiones siento el vacío, una sensación que me confunde y me sugiere que las fotografías que hago no son las que me gustaría estar haciendo. Inconformidad, insatisfacción, inseguridad…, seguramente una combinación de todo esto. Perseverar es la manera de reconciliarme con esas sensaciones y en lugar de oponerme frontalmente, procuro comprenderlas, me adapto y convivo con ellas buscando lo mejor de todo entre tantas fotografías. Y encuentro mi particular refugio en la sencillez de una composición básica de forma y color, en las texturas evidentes, en la evocación de los recuerdos más profundos. Simplificar para centrarme en lo importante. Y continuar.
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Me gusta ver pasar a la gente y fotografiarla. Es un recurso, lo admito, pero también una manera de comprender el equilibrio entre lo permanente y aquello efímero, esa situación que apenas dura una fracción de obturador frente a un muro, un edificio, una plaza que permanecerá en ese mismo lugar una vez realizada la toma. Me enfrento al paso de los días observando mi reflejo en el espejo, la memoria funciona como una genuina máquina del tiempo personal, implacable, también sincera y amable. La fotografía es algo parecido, puede perdonar pero no olvida. Quedarme parado frente a una pared esperando el paso de cualquiera que camine cerca, me sitúa a mí mismo frente a ese espejo. La vida, la realidad, lo imaginado, las texturas y las sombras también, todo me permite comprender un poco más dónde se fue todo este tiempo que pasó demasiado deprisa. Y disfruto con los tonos intensos, lo envejecido, las sombras reveladoras y el paso de cualquier persona delante del objetivo de la cámara. ¡Clic!.
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Revisando citas y notas que voy tomando en un cuaderno leo algo que decía Minor White, fotógrafo estadounidense cuyo trabajo merece una revisión y que me apetecía publicar en el diario:
"… El estado mental de un fotógrafo mientras crea es […] un tipo especial de vacío. Es un estado mental muy activo, un estado mental muy receptivo, listo en un instante para captar una imagen, aunque no haya ninguna imagen preformada. […] Este estado mental no es muy diferente de una hoja de película -aparentemente inerte-, pero tan sensible que una exposición de una fracción de segundo es suficiente para concebir una vida […].
... No trates de hacer una fotografía, deja que tu intuición te indique el momento adecuado para pulsar el disparador… ".
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Si fotografío una pared de la calle repleta de grafitis, pintadas, carteles o una mezcla de todo a la vez, estoy llamando la atención sobre una forma de expresión típicamente urbana, diferente, incluso opuesta a cualquier otra manera de entender el arte. La estoy considerando y otorgando un valor. La fotografía es capaz de centrar la atención y despertar el interés por algo que quizás pasase desapercibido caminando por las calles, expuestos como estamos a mil y un estímulos visuales, la mayoría de ellos con un solo interés: el consumo. Fotografiar lo que algunas paredes exponen permite ofrecer alternativas visuales, imaginar e invitar a la reflexión, apostar por valores alternativos que se presentan a través de las emociones y los sentidos, lejos de lo puramente comercial. Y eso, creo, merece una fotografía.
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Sombras amenazadoras recorren los muros de la antigüedad. Un detalle sin importancia puede desvelar una inmensa fuerza visual, todo en base a la manera de abordar la instantánea, a las decisiones formales tomadas en el momento del disparo y a la capacidad narrativa que posee la fotografía. El resto, como siempre, queda a la imaginación del observador.
Una explosión de color provocada por la imaginación de un artista plasmada en el muro de cualquier ciudad, y funciona con un enorme poder de liberación, algo así como un “chute” de oxígeno en medio de una durísima ascensión a un “ochomil”, el alivio incluso cuando la tormenta se aprecia demasiado cercana a nosotros.
Brassaï fue periodista, escritor y también fotógrafo del París nocturno desde el inicio de los años 30 hasta bien entrados los 50 del siglo pasado. Entendía la cámara fotográfica como una herramienta capaz de analizar la vida en la calle. Se sintió próximo a la corriente surrealista de la época que ejerció una influencia clave en su fotografía. Quizás fue esa influencia lo que le empujó a retratar las paredes de la ciudad y sus heridas en forma de dibujos, escritos y garabatos, dejándonos un legado fotográfico lleno de simbolismo, ambigüedad y espontaneidad. Siempre he reivindicado su figura y la fotografía de grafitis, hoy más elaborados, donde se suelen mezclar soportes de papel pegados junto a textos dibujados o simples grafismos escritos. Son imágenes de nuestro tiempo, nos hablan de la ciudad y de su ritmo, de lo inmediato y lo pasajero en la vida urbana. Al encuadrar, componer y fotografiar sus detalles cobran una nueva dimensión, un sentido diferente lleno de signos y mensajes que se mezclan e interrumpen entre sí. Me parece oportuno celebrar los 15 años que cumple este FotoBlog y las dos mil entradas que suma con la fotografía de un grafiti, con Brassaï como maestro en esta variante de la fotografía urbana y con la calle como protagonista. Gracias por acompañarme.
¿Acaso hacen falta más palabras?… (en ocasiones la fotografía es directa como un rayo, cristalina como un diamante y economiza el tiempo de las palabras escritas).
Detalles de una simple pared, tan fotogénicos, con sus texturas, sus desconchones y sus capas de pintura superpuesta a modo de piel que fuera mudándose en el transcurso de los años, quedando restos que hablan del tiempo, la vejez, el abandono quizás. Metáforas también de la historia, de su gravedad y la seriedad con la que se recuerda. La memoria. Aseguraba Susan Sontag que un museo de la memoria íntimamente ligado a la historia reciente de un país, es reconocer que el mal se encontraba en su sociedad. ¿Pero cuánto hay que retroceder en la historia para reconocer el origen de ese mal?. Historia, memoria y la fotografía de una pared cualquiera.
En ocasiones me siento descompensado, noto que algo me falta, el equilibrio es precario. Salgo a la calle con un impulso casi primitivo, sin pensar dónde voy ni lo que quiero hacer. ¿Puede la fotografía reflejar los estados emocionales?.