Nos complicamos la vida, de eso no hay duda.
Parece que todo se sostenga sobre la base de difíciles equilibrios en nuestras relaciones sociales. El día a día laboral e incluso personal se juega en los límites de postulados maquiavélicos de poder, incluso de prepotencia y soberbia, demasiadas veces oculto tras la falsa máscara de la profesionalidad o la personalidad. ¿Pero a caso nos paramos a pensar en la energía que consume semejante modo de vida?. Energía que bien canalizada movería montañas y transformaría sociedades enteras. Energía capaz de un mundo mejor.
Damos tanta importancia a todo lo intrascendente que incluso hemos olvidado ser niños. Y disfrutar. Reír con sencillas pompas de jabón, mientras que, desenfocado, el mundo persiste en su falsedad.
Lugar de la toma: Roma. Marzo 2010
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Nikon D200. Objetivo 70-200 f/2,8G. Focal 135 mm. Diafragma f/4,5. Obturación 1/500s. ISO 250.