Ahora, cuando ya han transcurrido unas semanas de la “cosa” olímpica, me dejo llevar por pensamientos que ordeno en escenas concretas a modo de instantáneas de mi barrio, ya sabéis esa parte de la zona suroeste de Madrid llamada Carabanchel. En esta reflexión que regresa en forma de imágenes, nunca percibí ese 95% de apoyo popular con el que, según ayuntamiento y comunidad autónoma contaba la última (y espero punto y final) candidatura olímpica.
No, no lo vi por ningún lugar del barrio, ni en sus centros deportivos, ni en los negocios, las plazas, ni en los propios vecinos.
Claro que podría estar equivocado.
Lo que si observo son otras necesidades y carencias, un triste deterioro general que avanza despacio pero inexorable.
También veo otra forma de practicar deporte, menos olímpico, más vecinal, sin tantas pretensiones, fastos y gastos millonarios (de esos millones de euros que circulan entre aplausos y terminan en los bolsillos de los de siempre).
Igual es hora de invertir en el deporte (en todo tipo de deporte, claro) desde los barrios, los centros de enseñanza, desde la infancia, como parte de la educación.
Invertir en las personas, en la educación, en el futuro ...
... si, ya se, suenan a coña estas palabras ¿o no?.