El invierno se acaba y me gustaría sentir el frío atravesar mis botas una vez más. Joder, claro que hay muchas maneras de experimentar esa sensación, pero más bien me refiero a vivirla en la naturaleza. Ya, de acuerdo, por estas latitudes ni siquiera se puede hablar de frío intenso, ese que cala hasta los huesos, seguramente por eso mismo lo echo de menos. Fotografiar el invierno siempre es algo con lo que disfruto, incluso admitiendo que es un engorro sentirlo en las manos, en la cara, y por descontado, en los pies. Luego queda aquello otro de pelearse con la cámara y la técnica fotográfica, pero eso se lo dejo a los entendidos, a mí me sobra con mirar a través del visor y apretar el obturador antes que se me congele la nariz.