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«Nunca imaginé que todos los países del mundo iban a observar en televisión una matanza como la de Palestina, día tras día durante casi dos años, sin hacer nada».
Kenizé Mourad
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«Nunca imaginé que todos los países del mundo iban a observar en televisión una matanza como la de Palestina, día tras día durante casi dos años, sin hacer nada».
Kenizé Mourad
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Debo confesar que en ocasiones me asalta la duda y me pregunto cosas similares a la leyenda de la fotografía. Pero querido Fotodiario, cuando ciertos temores y traviesos fantasmas vienen a visitarme, pienso: ¿pero quién soy yo para desear un mal tan inabarcable?. Pues eso.
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Una hoja perdida entre las calles donde el calor ya se hace sentir y los transeúntes escasean según la hora. La vi apresurada, inquieta, consciente de que aquel no era su lugar, ni siquiera su “estación”. Quizás por eso se apresuraba a llegar al ascensor del Metro. Tal vez un corto viaje la devolviera a un lugar más adecuado. Esperé un instante y tomé dos fotografías, para luego retomar mis pasos.
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Existen composiciones que se conciben en un instante, el preciso para visualizar la oportunidad y apreciar lo que imagino puede ser el resultado. Si confluyen arquitectura y personas, me doy por satisfecho, un binomio propio del entorno urbano, aunque no siempre encuentro la armonía que considero apropiada.
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Alguna vez me ocurre, que volviendo sobre carpetas antiguas de mi catálogo de fotografías, la mirada se detiene sin ninguna explicación lógica en una instantánea determinada. Algo me llama poderosamente la atención de esta fotografía que hoy publico, y reconozco que he vuelto sobre ella en varias ocasiones. No hay nada especial en ella, se trata tan sólo de un puesto de flores cerrado al lado del cementerio viejo de Carabanchel (mi barrio) en Madrid. Un lugar aislado, casi detenido en el tiempo rodeado de zonas residenciales, jardines, espacios para niños, zonas deportivas,… uno de esos lugares anacrónicos dentro de la configuración propia de un barrio que quizás creció demasiado rápido. Sin ninguna justificación clara decido publicar hoy esta toma.
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¿Si somos capaces de analizar la historia, podremos liberarnos del pasado en ese futuro no tan lejano?. ¿Acaso solo fueron una sucesión de acontecimientos casuales los que crearon el mundo injusto que hoy conocemos?. ¿Buscamos las pistas necesarias que aclaren nuestro futuro?. Hoy solo soy capaz de anotar dudas, preguntas donde las respuestas necesiten largos debates, el tiempo pasa y las horas se suceden marcando los muros, hiriendo las paredes.
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Recuerdo que antes perseguía las sombras. Las buscaba en esas paredes donde al atardecer, la luz rasante descubre las texturas y los detalles. Eran enigmáticas, misteriosas, con vida, capaces de deslizarse entre las paredes evitando ser capturadas. Por aquel entonces me parecía imposible poder fotografiarlas, revelar sus misterios y despojarlas de todo secreto. Salía a diario cámara en mano buscando la hora propicia, el momento y el lugar. Un buen día, después de muchos intentos conseguí capturarlas en todo su esplendor, las fotografié una y otra vez desde todos los ángulos hasta que perdieron su encanto, las despojé del misterio y dejaron de interesarme. Aquellos eran tiempos de aprendizaje, de tomar notas, de revelar las instantáneas para dar con las explicaciones oportunas a las preguntas necesarias. Con el tiempo se superan muchas interrogantes, la experiencia cubre cada espacio que dejaban las dudas y lo que de manera infantil parecía superado recobra el protagonismo que nunca debió perder. Hoy las sombras vuelven a estar presentes y las busco allí donde se ocultan.
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¿Tiene sentido un retrato de espaldas?. Es solo una pregunta a modo de curiosidad que me hago al seleccionar la fotografía que publico hoy. Casos entre grandes fotógrafos desde luego no faltan, sin ir más lejos Lee Friedlander, uno de los primeros que me vienen a la cabeza, hizo algún “retrato” de espaldas. A mi me cautivan, me sumerge en un misterio que despierta la curiosidad después cuando reviso las tomas. En fin que me sugieren cosas, me parecen interesantes, si a ello añadimos algo de juego con la composición el resultado me cuadra.
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Antes que nuestros pequeños universos individuales gravitaran en torno a los teléfonos móviles, ya existían las conversaciones en grupo, entre dos, tres o más personas, sin necesidad de barra de bar ni fútbol de por medio, muchas veces tan sólo un rincón de cualquier calle del barrio o del pueblo eran suficientes para animar a unos amigos a prolongar una conversación durante horas incluso. Tiempos donde los agobios actuales eran menos obsesivos y decisivos e importaba más el propio encuentro para disfrutar de un buen rato que las urgencias innecesarias. Algo de aquellas costumbres todavía suelo ver por ahí, menos que antes quizás, aunque no dejo de buscar rincones propicios.
Hace algunos días comentaba con J. en este mismo blog en una entrada pasada, sobre la capacidad de la fotografía para transformar aquello fotografiado en algo notable por sí mismo, gracias al acto fotográfico. Así lo afirmaba Barthes y personalmente así lo creo. En la actualidad, con la proliferación de miles de imágenes en demasiadas plataformas distintas, solo cabe la intencionalidad del fotógrafo para que la mera imagen se convierta en fotografía, se transforme en algo más, algo que suscite preguntas, despierte curiosidad, aporte argumentos visuales y gráficos a posibles acertijos. Y aún así, desde mi punto de vista, la fotografía aún requiere de las palabras para que cobre todo su significado, no una explicación escrita (o sí), pero tal vez un apunte que oriente el sentido y la intención con la que se hizo la toma y que sólo su autor puede revelar por completo. Una fotografía aislada tal vez comunique poco en cuanto a los propósitos del autor, por eso me resultan interesantes las series y los proyectos fotográficos. Pero sin duda una sola fotografía puede cumplir a la perfección con esa intencionalidad de la que hablo, mostrando al observador toda la magia de la fotografía. Esta toma que hoy subo a mi diario, pertenece a una serie sobre lo que quedó tras la desmantelación del centro penitenciario de Carabanchel:
“En un lateral de lo que un día fueron pistas de juego del patio de la cárcel, encontré una silla abandonada con tres patas, restos de tiempos de incierta reflexión, tal vez de sueños efímeros de algún presidiario. Los edificios de los barrios cercanos en los límites del encuadre parecen el símbolo de una libertad tan cercana como inalcanzable”.
El título y el texto, aún utilizando pocas palabras, consiguen orientar y dar sentido. La cuestión es si es necesario… Personalmente me gusta leer sobre fotografía, sobre la intención de un fotógrafo con su obra, me sirve para dotar lo que veo de un contexto y la necesidad que subyace en la obra fotográfica. Os dejo una entrada en el blog de Leire Etxazarra que explica todo esto y que es interesante de leer. Por descontado que este tema da para una buena conversación.
No soy un aficionado al fútbol, en realidad nunca veo ningún partido no me interesa lo más mínimo. ¿Pero nada?, bueno algo sí, lo que me llama la atención es la afición en barrios y pueblos, el uso de todo tipo de pelota y esos campos de juego montados en casi cualquier lugar. Desde hace ya algún tiempo los vengo retratando allí donde encuentro uno que me parezca interesante, se trata de otro de esos proyectos fotográficos que voy desarrollando hace tiempo y que en realidad no tienen fecha de caducidad.
Hay situaciones fotografiadas que inducen a una cierta ambigüedad interpretativa. ¿En esos caso es necesario argumentar la fotografía?: pues no lo sé, igual ayuda a comprender o quizás diluye la magia a la hora de enfrentarse al dilema, a la incógnita, a lo posible. Personalmente me gusta jugar con esa dualidad entre la realidad y la “manipulación” que procura la instantánea, es básicamente una lucha de contrarios trasladando al observador la capacidad de pronunciar el veredicto final.
En alguna ocasión he comentado que esta bitácora funciona como un foto-diario, un espacio donde escribo con la fotografía añadiendo aquello que me interesa o me llama la atención. Hace algunos días leía a Laura Sam que sobre el fracaso y el éxito en esta sociedad que vivimos afirma:
“Cuando empecé a leer poesía leía sobre todo a poetas malditos; suicidas, alcohólicos o tuberculosos, enfermos mentales, gente realmente desequilibrada que de alguna manera sólo podía existir en aquellas palabras. Pero lo más parecido a ser maldito hoy en día es tener ansiedad porque no sabes muy bien quién eres ni qué haces aquí; porque es prácticamente seguro que jamás podrás tener una casa propia; porque ni siquiera tienes dinero para ir a terapia, pero probablemente sí para pedirte una pizza por Glovo, una pizza que te comerás viendo una peli en Prime y claro, eso no es lo que esperabas de la vida”.
Me hace pensar sobre lo que yo personalmente esperaba de la vida, ¿albergaba demasiadas expectativas?.
Hace un par de días pasaba junto a una de las zonas de ejercicios que hay en el parque al lado de casa. Allí unos chavales ejercitaban mientras lucían físico y slips de marca (parece ser que es importante mostrarlos) preparándose para unos selfis que subirían de inmediato a las redes sociales y así mantenerlas bien alimentadas de novedades para sus seguros seguidores. Luego, cerca ya de la entrada del metro, me paré al lado de una escena que me resultaba interesante de fotografiar. Se me antojaba que tenía relación con lo anterior o al menos la fotografía que comencé a imaginar me animaba a creerlo así. Pienso en la fotografía como constructora de historias que la imaginación tan solo esboza y que la cámara completa según nuestras fobias y manías. Documentos sociales de una época. La fotografía siempre ha tenido esta maravillosa capacidad al estilo "Los Americanos" del gran Robert Frank, por ejemplo. ¡Inmenso libro!, un imprescindible que acaba de confirmarme mi amigo J. que por fin se ha agenciado. Seguro que lo disfrutará.
Una imagen fotográfica puede ser evocadora de historias personales, recuerdos que duermen en algún rincón del subconsciente y que la fotografía puede señalar y despertar. Nuestro cerebro que es muy suyo, es el que hace que todo tenga sentido, nos da las pautas para comprender y relacionar, nos procura la certeza de lo que observamos y nuestra imaginación se ve respaldada por algún tipo de argumento sólido. Todo encaja, incluso cuando la toma permite diversos puntos de vista e interpretaciones, por la luz, el encuadre o el uso del color como en este caso. La fotografía puede hacerse con la intención de conducir al observador en ese viaje o tan solo como una manera de afianzar los propios recuerdos del fotógrafo. Quizás el fotógrafo se esfuerce en tener recuerdos parecidos, momentos que le gustaría haber vivido y la fotografía tan solo funcione como una prueba elaborada tras las alambradas del subconsciente.
No me doy cuenta y los días pasan inexorables. Me encuentro casi en una nube, sin entender como el tiempo devora este fotodiario acabando con los días incluso antes de haber podido marcar los hechos más destacados. Hace muy poco aún sentía el calor en la piel desnuda y el asfalto se recalentaba ya a media mañana. Ahora ya no hago más que oír hablar de la navidad, los días tontos del inicio de diciembre, la alegría obligada como mandan los cánones una y otra vez. Sin embargo aún recuerdo con claridad las sombras alargadas de la media tarde.
He pensado en fotografiar el misterio sin caer en la oscuridad, no quiero dirigirme hacia una imagen pesimista, algo complejo de evitar especialmente en los tiempos que vivimos. Sin embargo soy incapaz de fotografiar con optimismo más allá de puestas de sol y flores en el jardín, no responde a mis sentimientos, estaría mintiéndome. La cabeza me pide otra cosa pero procuro no satisfacer los instintos más básicos para evitar caer en el tremendismo fotográfico sin más, sin explicación, sin salida posible. Me centro en el detalle de una imagen abstracta y observo que la gente camina sin rumbo preciso.
He salido a caminar por el parque de mi barrio y he imaginado dos posibles caminos, uno me lo ha sugerido el tendido eléctrico, podría representar la aparente modernidad, el otro es un camino de tierra y es necesario de nuestro empeño y cierto esfuerzo para continuar. Siempre tenemos la posibilidad de elegir, incluso la manera de afrontar la fotografía.
Hace unos días anotaba en mi libreta: “hoy se ha acercado alguien mientras estaba fotografiando…”, lo recuerdo claramente, aquel hombre me preguntó si estaba haciendo fotografía callejera o se trataba de arquitectura. El lugar es propicio para ambas cosas, le comenté, charlamos un rato, le expliqué que intentaba encontrar un instante donde arquitectura y figura encajaran y me sugiriesen algo suficientemente interesante como para tomar una fotografía. Luego me contó que tenía un buen amigo fotógrafo que vivía en el sur de Francia y que valoraba mucho más lo que se llevaba en la tarjeta de memoria en cada viaje, que el valor de la propia cámara. Luego me pidió sí podía ver las tomas que había hecho. Se las fui mostrando y pacientemente él las fue viendo, me dio la sensación que le interesaban. Luego se despidió amablemente. Yo continué allí un buen rato.