Los que vivimos en una gran ciudad tardamos en percatarnos de los cambios de estación, por aquello del efecto invernadero, los microclimas urbanos y demás zarandajas. Y si además ando un poco despistado, ni me doy por aludido, vamos que ni con los anuncios de El Corte Inglés, que por cierto, cada vez son peores, ¡ah! qué estamos en crisis,... ¡ya!.
Para poder apreciar toda la intensidad del Otoño hay que salir al campo, subir una montaña o pasear por un bosque, así sí se aprecia, se disfruta, se vive.
La fotografía del post de hoy está tomada en
Navamojada, un pueblecillo de
Gredos cercano a
Barco de Ávila. Como muchos otros pueblos de la zona, con la llegada del Otoño comienza un largo letargo a la espera de los calores y la vuelta de los veraneantes. Yo, en cambio, prefiero ir en estas fechas, cuando las callejuelas están vacías, la maleza ha invadido los caminos que bajan al río y el aire se siente frío y húmedo. Es ahora cuando su magia despierta, radiante, y me regala las mejores sensaciones.
Lugar de la toma: Navamojada. Ávila. Noviembre de 2009
Puedes ver la fotografía a pantalla completa haciendo “clic” sobre ella.
Nikon D200. Objetivo 12-24 f/4G. Focal 15 mm. Diafragma f/14. Obturación 1/5s. ISO 100.