Se abren las puertas y salgo siguiendo la trayectoria hasta las escaleras mecánicas. Delante de mí con cierta premura un hombre delgado y pequeño acelera el paso con zancadas demasiado grandes para su tamaño, me fijo en sus pantalones negros con más manchas de las que serían aconsejables lucir. En el exterior hace demasiado sol, sol de un verano largo. Me detengo en el paso de cebra miro los pies y las marcas blancas en el asfalto, se me antojan enormes casi desproporcionadas. La ciudad, el regreso, lo habitual, lo cotidiano, lo innecesario. Y dejo que mi imaginación recorra a gran velocidad los 210 km que separan San Sebastián de Santander caminando por la ruta Norte. Terminamos hace pocos días y volvimos, había que retomar los compromisos laborales y las rutinas diarias. Cruzo el paso de cebra, todo se reinicia.
Os agradezco las visitas y comentarios de estos días en las entradas programadas.