__
“Aprende a escuchar el silencio, porque es lo único que no te mentirá.”.
El viejo y el mar. Ernest Hemingway
__
“Aprende a escuchar el silencio, porque es lo único que no te mentirá.”.
El viejo y el mar. Ernest Hemingway
__
Versión en B&N aquí.
__
Miro el calendario y me aterroriza comprobar que no he publicado nada en mi querido diario desde la semana pasada. Quizás porque entre ola y ola de calor yo continúo derritiéndome mientras que mis pobres neuronas, agobiadas todas, ya no dan más de sí. Ahora que dispongo de un rato, publico otra fotografía más de la costa portuguesa de Alentejo con ese Atlántico frío y ventoso igual al ampliar en la pantalla del ordenador entra algo de fresco en la habitación. Y mientras, voy preparándome para la próxima ola: el aire acondicionado ya no falta ningún día, buena provisión de limones, hierba buena y agua con gas, mi camisa de flores por aquello del factor psicológico (que obra maravillas) y una selección de buena música a base de reggae, blues de Malí y una selección hawaiana.
Versión en B&N aquí.
__
No me gusta la playa en verano. Parto de esa idea o manía para contextualizar el tipo de fotografía que estoy publicando. No me gusta la sensación pegajosa de calor y la arena adherida por todo el cuerpo, el bullicio y la multitud agolpada en unos cuantos metros cuadrados de arena y mucho menos la deriva que va tomando en los últimos tiempos este tipo de turismo. Así que el tiempo que dedico a las playas es más bien limitado. Fuera de los meses de verano ya es otra cosa. Parece que esa fiebre generalizada se calma. El mar cobra toda su dimensión como espacio natural inmenso y eso es precisamente lo que me interesa de la costa.
(Versión B&N aquí).
__
Salgo a caminar muy temprano, comienza a clarear el cielo pero se intuye un día desapacible lleno de nubes. Los pensamientos fluyen descontrolados y por más que intento poner orden concentrándome en algo concreto, hay veces que no encuentro la manera. Recorro el pequeño pinar que hay muy cerca de mi casa, son poco más de dos kilómetros de perímetro, pero es perfecto para desconectar y casi tocar la naturaleza imaginando un bosque inmenso, inaccesible, desconocido,… y como si fuese un sueño una imagen del mar se abre paso entre la maraña de ramas y troncos, solo tengo que subir unas dunas para comprobar si el cielo y el mar hicieron un pacto secreto sellado por la belleza.
Hay lugares en los que el fútbol es una necesidad y se instala un campo incluso con riesgo de no ganar para cubrir los balones que se pierden. Cuando era chaval jugábamos a diario un encarnizado partido de fútbol que podía durar todo el tiempo que nos quedaba libre a la salida del colegio. En medio de la plaza, sin un campo claro. Aquellos días eran especiales, aunque a mí el fútbol no me interesaba, tengo buenos recuerdos de entonces.
La soledad puede ser parte de un viaje, para cada cual será tan placentera o molesta según circunstancias y estados de ánimo, pero, ¿se puede fotografiar?.
Tiempos de conexión permanente sin descanso, ni posibilidad de intimidad. Los tiempos muertos, aquellos que sirven para contemplar el mar, un inmenso cielo azul o una imperturbable montaña, se encuentran ocupados por una maraña de conexiones que exigen toda nuestra atención. Supongo que gran parte de la fotografía que se toma sin pensar, de alguna manera narra toda esa realidad, como un acto reflejo de nuestra vida moderna y apresurada.