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Lo sutil de una escena tomada prestada, apenas un puñado de detalles, una conversación, dos mujeres, un café, el ambiente y una expresión que no podría haber captado en ninguna sesión preparada de retrato.
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Lo sutil de una escena tomada prestada, apenas un puñado de detalles, una conversación, dos mujeres, un café, el ambiente y una expresión que no podría haber captado en ninguna sesión preparada de retrato.
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Dos mujeres caminan juntas, sus figuras quedan perfectamente detalladas gracias a la intensidad del sol de mediodía. Sin un color dominante, son los contrastes los que cuentan la historia. El juego de luces y sombras, las texturas, el detalle, hacen que casi podamos escuchar sus pasos. La cámara captura un breve momento, un instante en el tiempo, donde lo cotidiano se vuelve extraordinario. Quizás es la belleza de lo inesperado y la simplicidad de una escena urbana lo que la hace peculiar.
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Lo que son los convencionalismos sociales. Un color determinado y unas formas, aún siendo puras siluetas, propician una metáfora gráfica por asociación de ideas y conceptos, con un contexto, unas celebraciones o una fecha concreta en el calendario. Lo que hacen las costumbres, y muy especialmente el marketing que todo lo puede. Y yo que ya soy perro viejo, aprovecho esas premisas para fotografiar con cierta intencionalidad, aunque lo fotografiado seguramente nada tenga que ver con estos días de celebraciones varias. Ahí queda.
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Sensaciones. La fotografía puede hacernos sentir solo con observar con atención despojados de prejuicios y consideraciones previas. Mente abierta y corazón viajero. El resto es fácilmente imaginable, el resto depende de nuestra capacidad para volar.
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Siento el soplo frío en el cuello mientras tecleo esta entrada, es la brisa que anuncia un nuevo invierno casi a la vuelta de pocos días, también el final del año, nos metemos en Diciembre con todas esas celebraciones amplificadas por unas ansias de consumo desmedidas. Ahora parece que solo se es feliz si compras y consumes, cuanto más mejor. Posesiones que en un principio parecen imprescindibles, tan importantes que se olvida cualquier otra premisa y que pasarán en la mayoría de los casos, a engrosar la esquina de lo superfluo mucho antes de lo que pudiera parecer. Observo como se va el tiempo en sandeces mientras camino por el asfalto de una sociedad infantilizada hasta el extremo. El destino es el mismo para todos, y entonces, ¿qué es lo importante?, ¿a qué deberíamos prestar atención?.
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Cada vez entiendo menos este mundo, este tiempo que nos tocó en suerte. Cada vez entiendo menos a la especie humana, a mis vecinos, a la gente con la que me cruzo a diario … Quizás esté cada vez más aislado, con cierto grado de misantropía. Me aterra asomarme a los periódicos o ver noticias en la televisión (nunca he sido de radio más allá de la radio musical). Y sin embargo el mundo gira o eso parece, al margen de mis temores, de mis preocupaciones y de mis miedos. Un futuro inseguro quizás. Asistimos a la mejor era de la humanidad en cuanto a los avances técnicos, los avances en medicina, los descubrimientos científicos, incluso a las relaciones sociales y sin embargo todo parece estar en un equilibrio cada vez más precario. Quizás la maleza me impida ver con claridad el camino despejado.
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La noche nos procura el ambiente necesario para una fotografía llena de misterio. Lo que de día es simple y habitual de noche puede estallar en mil emociones y sensaciones que inundan la imaginación.
P.D. Estaré unos días alejado de pantallas y teclados, no podré actualizar los comentarios del Fotodiario hasta mi vuelta.
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Un sencillo juego de formas, texturas y colores mediante una composición básica. Un simple muro puede ofrecer multitud de lecturas.
P.D. Estaré unos días alejado de pantallas y teclados, no podré actualizar los comentarios del Fotodiario hasta mi regreso.
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Los detalles en una fotografía son pistas que conducen hacia una hipótesis, nada más. Podemos imaginar y suponer, incluso creer firmemente aún a sabiendas que lo retratado solo es parte de un todo general. Forma parte del juego, es la esencia de la fotografía.
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Me muevo entre la naturaleza y la vida urbana, entre la sensibilidad y la impronta de lo inmediato, entre la tranquila abstracción y el caos de la ciudad. Esto funciona por momentos, por etapas que necesito quemar para pasar a otro nivel, no tanto como concepto fotográfico sino más bien como necesidad vital. Incluso escribo estas frases para mí mismo aunque luego queden fijadas en la Red. Las murallas están para asaltarlas.
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“Al igual que muchos otros fotógrafos, comencé a hacer fotografías porque quería documentar aquello que contribuye a la esperanza: el insondable misterio y la apabullante belleza del mundo. Sin embargo, a lo largo del camino la cámara captó también pruebas en contra de la esperanza, y al final concluí que también eso formaba parte de las imágenes si quería que fueran veraces y, por tanto, útiles”.
Robert Adams
(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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Se retuerce mientras brota de la arena del mar, rocas fuertes producto volcánico milenario procedente de la inmensidad de las profundidades. Sus arrugas hablan de toda su experiencia y de una infinita vida de algún modo vivida, y me quedo inmóvil, tan solo respirando al compás de la marea disfrutando de su belleza.
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(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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La naturaleza me proporciona las formas, las texturas y los matices que más me intrigan en la fotografía. Muchas veces prefiero abandonar la calle, huir de la multitud y refugiarme entre esas líneas, contrastes y volúmenes tan sugerentes, tan abstractos, tan llenos de sensaciones.
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Miro el calendario y me aterroriza comprobar que no he publicado nada en mi querido diario desde la semana pasada. Quizás porque entre ola y ola de calor yo continúo derritiéndome mientras que mis pobres neuronas, agobiadas todas, ya no dan más de sí. Ahora que dispongo de un rato, publico otra fotografía más de la costa portuguesa de Alentejo con ese Atlántico frío y ventoso igual al ampliar en la pantalla del ordenador entra algo de fresco en la habitación. Y mientras, voy preparándome para la próxima ola: el aire acondicionado ya no falta ningún día, buena provisión de limones, hierba buena y agua con gas, mi camisa de flores por aquello del factor psicológico (que obra maravillas) y una selección de buena música a base de reggae, blues de Malí y una selección hawaiana.
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Me gusta pensar en las sombras como protagonistas de la fotografía, sin ellas el volumen y la sensación de profundidad prácticamente no existirían, tampoco nosotros los fotógrafos ávidos de emociones entre contrastes más o menos fuertes. Las sombras alargadas parece que nos guiarán a otro lugar, quizás un lugar apartado, un rincón donde disfrutaremos de la fotografía en estado puro y olvidaremos por unos instantes un mundo que rueda a una velocidad endemoniada y donde aparentemente pocas cosas funcionan como deberían. Quizás tendría que aprovechar esta entrada en el diario para hablar del desastroso (y anunciado) cierre de EFTI, la penúltima escuela de fotografía que se marchita y que tanto dice del panorama fotográfico actual. O quizás de la visita de Milei, mandatario argentino capaz de fulminar cualquier atisbo de razón, entendimiento y justicia social. Pero toda esta realidad se me hace tan cuesta arriba que prefiero perderme entre esas sombras alargadas y la fotografía.
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¿Si somos capaces de analizar la historia, podremos liberarnos del pasado en ese futuro no tan lejano?. ¿Acaso solo fueron una sucesión de acontecimientos casuales los que crearon el mundo injusto que hoy conocemos?. ¿Buscamos las pistas necesarias que aclaren nuestro futuro?. Hoy solo soy capaz de anotar dudas, preguntas donde las respuestas necesiten largos debates, el tiempo pasa y las horas se suceden marcando los muros, hiriendo las paredes.
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Los muros hablan. Lo sé por alguno de sus grafitis que decoran con ingenio y habilidad las paredes olvidadas, por la gráfica que tiñe de colores esquinas y superficies de calles más o menos concurridas, y nos hablan también a través de las propias señales del paso del tiempo, del descuido que pueden llegar a padecer, del olvido y de sus heridas abiertas sin compasión, sin consideración alguna. Hablan de su tiempo pasado y presente. Hablan de nuestra vida futura porque sus heridas dicen mucho de nosotros.
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En ocasiones siento el vacío, una sensación que me confunde y me sugiere que las fotografías que hago no son las que me gustaría estar haciendo. Inconformidad, insatisfacción, inseguridad…, seguramente una combinación de todo esto. Perseverar es la manera de reconciliarme con esas sensaciones y en lugar de oponerme frontalmente, procuro comprenderlas, me adapto y convivo con ellas buscando lo mejor de todo entre tantas fotografías. Y encuentro mi particular refugio en la sencillez de una composición básica de forma y color, en las texturas evidentes, en la evocación de los recuerdos más profundos. Simplificar para centrarme en lo importante. Y continuar.
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Me gusta ver pasar a la gente y fotografiarla. Es un recurso, lo admito, pero también una manera de comprender el equilibrio entre lo permanente y aquello efímero, esa situación que apenas dura una fracción de obturador frente a un muro, un edificio, una plaza que permanecerá en ese mismo lugar una vez realizada la toma. Me enfrento al paso de los días observando mi reflejo en el espejo, la memoria funciona como una genuina máquina del tiempo personal, implacable, también sincera y amable. La fotografía es algo parecido, puede perdonar pero no olvida. Quedarme parado frente a una pared esperando el paso de cualquiera que camine cerca, me sitúa a mí mismo frente a ese espejo. La vida, la realidad, lo imaginado, las texturas y las sombras también, todo me permite comprender un poco más dónde se fue todo este tiempo que pasó demasiado deprisa. Y disfruto con los tonos intensos, lo envejecido, las sombras reveladoras y el paso de cualquier persona delante del objetivo de la cámara. ¡Clic!.