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Versión en B&N aquí.
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Los detalles en una fotografía son pistas que conducen hacia una hipótesis, nada más. Podemos imaginar y suponer, incluso creer firmemente aún a sabiendas que lo retratado solo es parte de un todo general. Forma parte del juego, es la esencia de la fotografía.
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"Después, y en casi todas partes, la iluminación clara y sutil que dotaba de magnificencia a la vida y de paz a la muerte fue arrollada por el terrible resplandor de la tecnología. Sin embargo, esa luz está siempre presente, como las estrellas al medio día. El ser humano debe percibirla para trascender su miedo a la carencia de sentido, porque ninguna dosis de “progreso” puede ocupar su sitio. Nos hemos pasado de listos, como monos avariciosos, y ahora estamos llenos de espanto".
Peter Mattheiessen
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Me muevo entre la naturaleza y la vida urbana, entre la sensibilidad y la impronta de lo inmediato, entre la tranquila abstracción y el caos de la ciudad. Esto funciona por momentos, por etapas que necesito quemar para pasar a otro nivel, no tanto como concepto fotográfico sino más bien como necesidad vital. Incluso escribo estas frases para mí mismo aunque luego queden fijadas en la Red. Las murallas están para asaltarlas.
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“Al igual que muchos otros fotógrafos, comencé a hacer fotografías porque quería documentar aquello que contribuye a la esperanza: el insondable misterio y la apabullante belleza del mundo. Sin embargo, a lo largo del camino la cámara captó también pruebas en contra de la esperanza, y al final concluí que también eso formaba parte de las imágenes si quería que fueran veraces y, por tanto, útiles”.
Robert Adams
(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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“Me pregunto si, simplemente, no he explorado y reunido en un texto una doble fascinación que siempre he sentido: con respecto a la fotografía y a las huellas materiales de la presencia. Fascinación que es más que nunca para mí la del tiempo”.
Annie Ernaux
(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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Se retuerce mientras brota de la arena del mar, rocas fuertes producto volcánico milenario procedente de la inmensidad de las profundidades. Sus arrugas hablan de toda su experiencia y de una infinita vida de algún modo vivida, y me quedo inmóvil, tan solo respirando al compás de la marea disfrutando de su belleza.
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(Estaré unos días alejado de la pantalla del ordenador, no podré actualizar el blog, ni publicar los comentarios que subáis, a mi vuelta me pongo al día).
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La naturaleza me proporciona las formas, las texturas y los matices que más me intrigan en la fotografía. Muchas veces prefiero abandonar la calle, huir de la multitud y refugiarme entre esas líneas, contrastes y volúmenes tan sugerentes, tan abstractos, tan llenos de sensaciones.
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Miro el calendario y me aterroriza comprobar que no he publicado nada en mi querido diario desde la semana pasada. Quizás porque entre ola y ola de calor yo continúo derritiéndome mientras que mis pobres neuronas, agobiadas todas, ya no dan más de sí. Ahora que dispongo de un rato, publico otra fotografía más de la costa portuguesa de Alentejo con ese Atlántico frío y ventoso igual al ampliar en la pantalla del ordenador entra algo de fresco en la habitación. Y mientras, voy preparándome para la próxima ola: el aire acondicionado ya no falta ningún día, buena provisión de limones, hierba buena y agua con gas, mi camisa de flores por aquello del factor psicológico (que obra maravillas) y una selección de buena música a base de reggae, blues de Malí y una selección hawaiana.
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No me gusta la playa en verano. Parto de esa idea o manía para contextualizar el tipo de fotografía que estoy publicando. No me gusta la sensación pegajosa de calor y la arena adherida por todo el cuerpo, el bullicio y la multitud agolpada en unos cuantos metros cuadrados de arena y mucho menos la deriva que va tomando en los últimos tiempos este tipo de turismo. Así que el tiempo que dedico a las playas es más bien limitado. Fuera de los meses de verano ya es otra cosa. Parece que esa fiebre generalizada se calma. El mar cobra toda su dimensión como espacio natural inmenso y eso es precisamente lo que me interesa de la costa.
(Versión B&N aquí).
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Nada como recordar el mar para refrescar un poco las ideas. Este calor que me mata y recalienta mis pobres neuronas hace tediosa cualquier labor más allá de las puras obligaciones. Recurro a la fotografía porque su memoria me sirve para volar, imaginar y refrescar las tardes. ¿Hace un bañito?.
(Versión B&N aquí).
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Salgo a caminar muy temprano, comienza a clarear el cielo pero se intuye un día desapacible lleno de nubes. Los pensamientos fluyen descontrolados y por más que intento poner orden concentrándome en algo concreto, hay veces que no encuentro la manera. Recorro el pequeño pinar que hay muy cerca de mi casa, son poco más de dos kilómetros de perímetro, pero es perfecto para desconectar y casi tocar la naturaleza imaginando un bosque inmenso, inaccesible, desconocido,… y como si fuese un sueño una imagen del mar se abre paso entre la maraña de ramas y troncos, solo tengo que subir unas dunas para comprobar si el cielo y el mar hicieron un pacto secreto sellado por la belleza.
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Comenzar un nuevo mes a la vez que comienza un nuevo año es una tarea titánica, una losa psicológica que me cuesta levantar. Me gusta imaginarme sin cargas, liviano como pétalos, casi flotando y evitar las angustias y el estrés. Manías que achaco al periodo post navideño, fiestas que de por sí me resultan cargantes, por eso intento centrarme en la fotografía y busco en mi archivo esa imagen que narre visualmente lo que me ronda por la cabeza: la idea de la concienciación como una profunda percepción del entorno. Concienciación como forma de observar la realidad sin juzgarla, liberándome de ideas preconcebidas, turbias y distorsionantes. Y busco la imagen que mejor represente ese estado emocional. Bienvenid@s a un nuevo año.
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Un detalle que rompe la armonía de un paisaje con fondo de mar, simple y directo como alguien que camina fotografiado al azar. Tan solo situarme y esperar paciente a que cruce por delante del visor de la cámara la persona idónea. Ser “pescador” en un pueblo con mar se me antoja como la decisión más lógica y equilibrada. Fotografiar despacio, sin urgencias innecesarias es una terapia precisa para tomar consciencia del entorno, del encuadre, de las luces y de las sombras. Aseguraba Elliott Erwitt: “toda la técnica del mundo no compensa la incapacidad de percibir”.
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En ocasiones la mejor propuesta es fijar la mirada en un azul infinito y alejarme del día a día. Huir de las mezquindades, incluidas las supuestas bondades de lo habitual, de los desasosiegos y esperanzas, también de las obligaciones autoimpuestas esas que socialmente están bien vistas, des sus defensores, de lo tóxico, confuso y maquiavélico que se esconde retorcidamente entre los pliegues de la vida. Mirar al infinito y ver el mar lejos.
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Asomo la nariz por la ventana abierta y ya noto el descenso de la temperatura, al menos en lo que se refiere a primeras horas de la mañana, cuando apenas hay luz y la poca gente que deambula por la calle lo hace apresuradamente y bien enfundada en ropa de abrigo. El frío, el tiempo desapacible, lo imprevisible de estos días de finales de otoño y comienzo del invierno no me desagrada, bien abrigado es perfecto para hacer una buena caminata de mañana. Aún así suelo recordar la calidez de los días de verano, sus sombras duras y contrastes acentuados, los cielos intensos y los contraluces dispuestos así, solo para ser fotografiados.
Una simple fotografía puede significar el recuerdo de muchas experiencias vividas. Fotografío para recordar y fijar para siempre aquel preciso instante. Seguramente habrá muchos momentos similares fotografiados por otros tantos que buscan que el recuerdo perdure. Lo que hace diferente una toma en concreto son las sensaciones que devuelve a su autor. Fotografío para no olvidar esas sensaciones, más allá de nombres y fechas, lugares y contexto.
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Creemos que controlamos los elementos y que la naturaleza, el planeta y la historia del ser humano son moldeables a nuestro antojo, sin pararnos a reflexionar sobre las consecuencias a largo plazo de los actos que llevamos a cabo, no individuales (que también), sino más bien como sociedad. Y el rastro de las llamas que provocan nuestros incendios nos persigue en nuestras peores pesadillas.
Son tiempos de regreso, en el ambiente flota esa extraña sensación de vuelta a la normalidad, a la rutina, al nuevo curso o como quiera llamarlo cada cual. Y no es fácil, nunca lo es. Recuerdo de chiquillo lo mal que me sentaba comenzar a ver la publicidad de la “vuelta al cole” ¡pero si aún falta un mogollón de días!, y ya andan con el tostonazo de los uniformes, los libros y los zapatos, pero casi que aprovechamos los de la temporada pasada que aún tiran, ¡eh!. El regreso al blog no es lo mismo, la realidad es que retomo un diario que he dejado aparcado durante unas cortas vacaciones y ya me apetecía volver sobre este espacio dónde proyecto mis manías en forma de fotografías y textos. Deseo que el regreso sea bueno para todas y todos y nos vayamos viendo por aquí.
Hay lugares en los que el fútbol es una necesidad y se instala un campo incluso con riesgo de no ganar para cubrir los balones que se pierden. Cuando era chaval jugábamos a diario un encarnizado partido de fútbol que podía durar todo el tiempo que nos quedaba libre a la salida del colegio. En medio de la plaza, sin un campo claro. Aquellos días eran especiales, aunque a mí el fútbol no me interesaba, tengo buenos recuerdos de entonces.