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Me vuelvo y miro a dos personas haciéndose un selfie, lo que antes denominamos autorretrato un término este último con bastante más carácter y personalidad que además se me antoja, a diferencia del selfie, profundamente ligado a la creación artística. Si, lo sé, manías personales, fobias a tanta modernidad por la que navegamos, lo reconozco: cada vez me siento más viejuno en relación con demasiadas costumbres modernas. El caso es que la escena me llamó la atención y no precisamente por novedosa, pero había algo que me impulsó a tomar la foto, y la imaginé apresurada, fugaz e inmediata. Solo por el placer de fotografiar sin estar sujeto a ninguna atadura técnica, conceptual o formal. Escribir algo sobre una fotografía pasada es algo similar, no parto de una lógica clara, tan solo me dejo llevar por aquello de lo que aparentemente habla la fotografía, o de los recuerdos que perduran sobre el momento y el lugar de la toma. No hay un porqué. O quizás sí.