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Allí me encontraba, en medio de la Puerta del Sol de Madrid, sentado observando a los turistas haciendo fotografías a todo lo imaginable. Algunas veces me pregunto dónde irán todas esas fotografías, qué vida espera a esas imágenes tomadas sin control, sin pasión, sin conciencia fotográfica. La luz directa me parecía perfecta para forzar las sombras, los brillos y las siluetas. Lo más curioso es que hubo alguien que sí se percataba de que hacía fotografías a la escena y su mirada se cruzó con la mía en varias ocasiones. No hubo expresión alguna de aprobación, tampoco de rechazo. Decidí continuar a lo mío como un turista más en mi propia ciudad.