Nada como cerrar una semanita de duro curro en un buen pub irlandés con el mejor grupo de amigos posible, llenando la barriga con ese oscuro brebaje, mezcla sabia de malta y cebada, rebosante de espuma densa y especialmente sabroso.
Unas pintas de guinness y el mundo se hace pequeño y accesible, los problemas se trivializan, los pesares se hacen llevaderos y hasta la crisis parece una nimiedad. La charla fluye, los temas se precipitan y te gustaría poder mantener varias conversaciones a la vez. Con la tercera pinta se consigue, ¡palabra!.
Las fotos que acompaño en esta ocasión, pienso que son bastante regulares (siendo suave en la adjetivación), pero lo importante es el momento, el reflejo de unos instantes de felicidad, ¡y hay tan pocos!, capturados con la inmediatez y despreocupación de la ¿qué numero de pinta
hace ya? ...
Cómo no es bueno beber con el estómago vacío, allí mismo nos jamamos unas hamburguesas. Si, ya se que no es el mejor plato posible, pero nos supo a gloria.
Y por la mañana ...., bueno lo de esta mañana es otra historia.