sábado, 20 de noviembre de 2010

Felicidad, qué bonito nombre tienes.



Un 90% de los españoles se consideran felices, ligeramente por encima de la media del resto de los europeos, según afirman distintos organismos que se encargan de  medir estos niveles. Bueno incluso existe el instituto Coca-Cola de la felicidad, ya sabéis, “la chispa de la vida”, encargado de hacernos aún más felices si cabe.
Me pregunto quien de los encuestados diría que es infeliz. Ese 10% oscuro y gris, infeliz del todo, qué valor confesarlo: “yo soy infeliz”, ¡toma ya!, con lo bien que marchaba la encuesta.
Pero quién en una encuesta de una rimbombante agencia europea, tiene las napias de reconocer que es infeliz. La felicidad es un medio de autodefensa natural contra las agresiones externas. Todos somos felices, de echo es más fácil retener los episodios de felicidad que las angustias pasadas.

Pero amigos míos, por más que lo intento me es imposible ser feliz cuando ojeo el periódico, noticia tras noticia, qué si los putos mercados, la necesidad de más ajustes, los despropósitos de los políticos, que si el Gürtel, las animadas elecciones catalanas con vídeo juegos y todo... estos últimos días acuso una mezcla preocupante de infelicidad, ira y bochorno ante la penúltima agresión al pueblo saharaui. Desde este humilde blog quiero expresarles todo mi apoyo y solidaridad.

Y es que estoy seguro que el pueblo saharaui también es feliz. A la vez que felices son las gentes de Cuzco. Me sorprendió comprobar como cada fin de semana hay una festividad que celebrar, con desfiles, procesiones y demás parafernalia. Las noches se transforman, entre fuegos, griterío y música, en alegría y aparente diversión.

Y ante tanta felicidad y bienestar personal, ¿qué sentido tiene la protesta?. Ninguno. ¿Qué sentido tiene transformar una realidad social en la que nos sentimos felices?. Ninguno, claro. Igual hemos alcanzado “un mundo feliz”, la utopía. Y yo sin darme cuenta.


Lugar de la toma: Perú, agosto 2010.
Puedes ver la fotografía a pantalla completa haciendo “clic” sobre ella.