Dicen que nada viaja a mayor velocidad
que la luz. Quizás a velocidades cercanas el espacio se pliegue y
entonces el universo nos proporcione una segunda oportunidad de vivir
nuestro tiempo, nuestra época.
La misma época que con una torpe metáfora queda convertida en desasosegante noche oscura con alba incierto, y que recoge esta instantánea realizada en un trozo de
barrio que una vez soñó, de forma arrogante e insensata, con ser
Madrid.