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Como narraba el replicante de “Blade Runner” antes de palmarla ante un Rick Deckard atónito: os puedo asegurar que yo he visto lugares donde te podías acercar y realizar algunas fotografías sin que se interpusieron de por medio cientos de turistas del Selfie y el consumo voraz. Lugares que visitaba sin agobios y sin prisas, sin estruendos ni barullos, sin olores a todo tipo de comidas ni personal gritándome a dos palmos de mis orejas. Todo eso ya se ha perdido como lágrimas en la lluvia. Ya digo, cual replicante. ¿Acaso yo no era (o no soy) turista?, claro, por descontado que soy turista. Siempre soy turista en tierra ajena. Lo que no soy es borrego. El caso es que recuperando algunas tomas que me supieron a gloria el realizarlas en su preciso momento, me encuentro con este altar bañado por una luz especial, pura sinfonía de sensaciones. Se trata del altar en la basílica de Santa María in Cosmedin, junto a la Boca de la Verdad en Roma, ciudad que he podido disfrutar en varias ocasiones y que según me dicen amigos que han viajado recientemente allí, es otra de las ciudades ya imposibles, tomadas por la muchedumbre y las prisas por consumir.
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