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Eran cerca de las 8 de la tarde. Lo recuerdo por la luz rasante, bañando todo lo que encuentra a su paso, incluida esta fachada de madera y ladrillo demasiado envejecida, que revela sus texturas como heridas abiertas mientras las pinta de ocre, tierra y cobre.
Cerca del barrio judío de Brooklyn, una zona antigua pero que vive una segunda oportunidad gracias a nuevas tendencias y jóvenes que alquilan, reforman y abren galerías, cafés y pequeños restaurantes. Un renacer impulsado por modas, quizás pasajeras, pero que sientan muy bien a la ciudad.
Brooklyn es uno de esos lugares de obligada visita, casi una ciudad dentro de Nueva York. Diferente, de pasado fabril y herencia obrera, con sus grandes parques y avenidas y sus barrios escondidos que huelen a cerveza rubia, humo y mar.
Allí, en algún lugar de esa serpiente rizada, está la esquina de Auggie Wren. ¿Lo recordáis?. Fui muy de mañana y fotografié el cruce de calles. Hice tomas de lo que fue el estanco, reconvertido ahora en un pequeño local de tartas y café, también del lugar desde donde fotografiaba Harvey Keitel todas las mañanas; del ambiente, de la placidez que intuía en los paseantes.
Brooklyn es uno de esos lugares de obligada visita, casi una ciudad dentro de Nueva York. Diferente, de pasado fabril y herencia obrera, con sus grandes parques y avenidas y sus barrios escondidos que huelen a cerveza rubia, humo y mar.
Allí, en algún lugar de esa serpiente rizada, está la esquina de Auggie Wren. ¿Lo recordáis?. Fui muy de mañana y fotografié el cruce de calles. Hice tomas de lo que fue el estanco, reconvertido ahora en un pequeño local de tartas y café, también del lugar desde donde fotografiaba Harvey Keitel todas las mañanas; del ambiente, de la placidez que intuía en los paseantes.
Una de esas fotografías podéis verla aquí. Supongo que de alguna manera superé lo más parecido a una agradable asignatura pendiente. Una asignatura fotográfica.
En ocasiones no es necesario una toma formalmente bella para recordar instantes únicos. Esa luz cálida sobre la fachada envejecida y una escena en apariencia desordenada se convirtieron en un momento para el recuerdo.
La magia de la fotografía, amigos míos.
En ocasiones no es necesario una toma formalmente bella para recordar instantes únicos. Esa luz cálida sobre la fachada envejecida y una escena en apariencia desordenada se convirtieron en un momento para el recuerdo.
La magia de la fotografía, amigos míos.