Una calle de cualquier ciudad, un objeto olvidado en frente de un edificio más o menos simbólico, un angular extremo montado en la cámara y la toma resulta ser un fragmento surrealista, distorsionado, irreal, y, quizás gracias a ese aspecto distanciador, la fotografía llega a clavarse como un diamante afiliado en la mirada de quien la observa. Lo irreal y absurdo se torna diferente y verdadero y quizás nos dé qué pensar por un breve instante.