El mundo está en venta, el planeta entero, cada sector, cada espacio, cada ecosistema, cada persona. Nos queda el consuelo del llanto amargo y la esperanza ridícula de que antes que a nosotros les tocará a ellos. Ellos. Queda el refugio individual, la complacencia y el autoengaño y así es cómo deambulamos en medio de un caos que ya nadie es capaz de entender. Y no hago nada más que leer que por esta parte del globo, estamos inmersos en un nuevo año electoral, y lo cierto es que cada vez me interesa menos.