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Es cosa de los tiempos que corren. Fotografiamos y nos fotografían, vigilamos y nos vigilan. Vivimos una vida expuesta al escrutinio de los demás, una vida pública sin pretenderlo en cuanto ponemos un pie en la calle. Incluso sin salir de casa, solo tenemos que asomarnos a la pantalla del móvil o del ordenador. Pero por aquello de quitar hierro a la cosa (que no hay duda que lo tiene), prefiero quedarme con esa fotografía espontánea que suelo hacer de la vida de los otros, con discreción y sin maldad, incluso, ¿porqué no?, con cariño.