Creo que es un petirrojo, oculto entre ramas y sombras de los arbustos, al lado de un precioso acebo.
Tan tranquilo, se dejaba fotografiar, siempre guardando la distancia. Me acercaba y el se alejaba cambiando de rama, sin irse del todo, sin emprender el vuelo, supongo que la curiosidad era más fuerte que cualquier otro instinto. Lástima de sombras que le protegían y le ocultaban. No fue fácil, pero la intensidad de los colores me hizo disparar una y otra vez. De las fotografías que hice, tal vez ésta sea la que se salva.
Nikon D200. Objetivo 70-200 mm f/2,8G. Distancia focal 200 mm. Diafragma f/7,1. Velocidad de obturación 1/160s. Sensibilidad ISO 125.