Hay lugares en los que el fútbol es una necesidad y se instala un campo incluso con riesgo de no ganar para cubrir los balones que se pierden. Cuando era chaval jugábamos a diario un encarnizado partido de fútbol que podía durar todo el tiempo que nos quedaba libre a la salida del colegio. En medio de la plaza, sin un campo claro. Aquellos días eran especiales, aunque a mí el fútbol no me interesaba, tengo buenos recuerdos de entonces.