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Me atraen este tipo de escenas, momentos de cierta intimidad dentro de los museos donde parece que todo se concentra en breves fotogramas intensos y emotivos. El tiempo que tomo prestado a las personas que fotografío, mientras distraídas contemplan las obras expuestas, son algo así como dosis mínimas de medicamentos dispares, pero que en conjunto forman un tratamiento eficaz contra el olvido, la superficialidad y la intrascendencia, capaz de abrir un nuevo campo de visión, donde esos instantes prestados dan forma, enriquecen y aportan el sentido imprescindible a un mundo devorado por la inmediatez y la urgencia. El tiempo lo es todo en fotografía, por eso considero tan importante tomarme mi tiempo en cada instantánea.